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Talla gótica de Nuestra Señora de la Capilla, co-Patrona de Jaén
El origen de la devoción de Jaén a la Virgen de la Capilla responde a una documentada tradición, cuya síntesis es la siguiente:
Desde la conquista de Jaén a los musulmanes en 1246, la ciudad tuvo un marcado carácter fronterizo, lo que motivó continuos ataques y asaltos.
Durante los primeros años del siglo XV, estos asaltos cobraron especial virulencia, lo que motivó que las autoridades rectoras de la ciudad determinaran abandonarla al sentirse inermes ante el poderío de los moros granadinos.
En esta desesperada situación, en la noche-madrugada del sábado 10 al domingo 11 de junio de 1430, se cuenta que ocurrió un hecho extraño y sobrenatural.
Cuatro personas humildes y sencillas, desde cuatro lugares diferentes del llamado “Arrabal de San Ildefonso”, fueron testigos de un extraño cortejo procesional.
Una Señora, vestida con resplandecientes ropajes y con un niño “bien criadillo en los brazos” [sic] llevando a la derecha a un clérigo y a la izquierda una mujer con aspecto de beata, presidía una procesión en la que figuraban las cruces parroquiales de la ciudad y una numerosa milicia de hombres de guerra.
La procesión, de la que emanaba una extraña luminosidad, recorrió algunas calles del arrabal, deteniéndose luego a espaldas de la Capilla de San Ildefonso, donde había aparejado un altar en que se ofreció una ceremonia litúrgica entre cantos sobrenaturales. Todo aquello, dicen, se esfumó cuando en los campanarios de la ciudad se escuchó el toque de Maitines.
Los testigos de aquel raro suceso fueron cuatro:
• María Sánchez , mujer de Pedro Hernández, pastor, que vio casualmente la procesión entre las rendijas de la puerta de su casa, en la calle Maestra del Arrabal (hoy calle Muñoz Garnica ), cuando se levantó para dar agua a un niño, hijo suyo, enfermo.
• Juana Hernández , mujer de Aparicio Martínez, que también lo vio casualmente, tras la puerta de su casa, sita junto a las Cantarerías, frente al cementerio parroquial. Esta mujer salía al corral de la casa a aquella hora, pues se encontraba enferma con colitis.
• Juan , hijo de Usanda Gómez, vecino del barrio de San Bartolomé, que casualmente se encontraba aquella noche durmiendo en el molino de Alonso García, a espaldas de la Capilla de San Ildefonso. Le despertó el ladrido de unos perros y entreabriendo la puerta para curiosear, vio la procesión.
• Pedro , hijo de Juan Sánchez, que despertado por el despavorido testigo anterior, vio el cortejo y su final litúrgico, subiéndose en una pared del corral de la casa.
Al divulgarse el suceso en la ciudad, debido a los sobrecogidos comentarios posteriores de estos testigos, la autoridad eclesiástica intervino. Y el vicario general y provisor del obispado, don Juan Rodríguez de Villalpando , reunió a los testigos el martes 13 de junio de 1430, y ante escribanos públicos les tomó declaración. Este documento, estrito en pergamino y en buen estado de conservación, se exhibe hoy en la capilla de la Virgen, estando ratificada su legitimidad documental desde 1944, por certificación expedida por el Archivo Histórico Nacional .
La piedad popular interpretó aquella visión como un prodigioso Descenso de la Virgen María a Jaén.
Según el pueblo fiel, la Señora debió de ser la Virgen María, con el Divino Niño en sus brazos, acompañada de San Ildefonso y Santa Catalina y de ángeles y santos. Y la razón del Descenso no era otra, que la de infundir confianza y fortaleza a los vecinos de Jaén para que resistieran los ataques de los musulmanes del cercano Reino de Granada.
Ciertamente, desde 1430 a 1492, los giennenses resistieron con fuerza los sucesivos ataques, que incluso repelieron con éxito.
Agradecidos a esta ayuda y patrocinio celestial, en el lugar donde había finalizado aquella misteriosa procesión, se colocó una talla de la Virgen, posiblemente extraída de un retablo anterior.
Las gentes comenzaron a visitar a esta imagen que, por pertenecer a la Capilla de San Ildefonso, llamaron “de la Capilla”.
La devoción aumentó. Aquella primitiva Capilla de San Ildefonso sufrió sucesivas ampliaciones que la convirtieron en un templo suntuoso.
La imagen de la Virgen de la Capilla empieza a asociarse, desde el siglo XVI, a cultos públicos solemnes, rogativas, etc. Y el pueblo, de una forma espontánea, pone la ciudad bajo su Patronazgo.
El 11 de junio de 1930, el cardenal primado don Pedro Segura procedió a la solemne Coronación Canónica de la Virgen (este acto simboliza la especial devoción de un pueblo hacia una imagen)
Años después, en 1950, S.S. Pío XII , atendiendo las peticiones del pueblo de Jaén, proclamaba a la Virgen de la Capilla Patrona Principal de Jaén. Y en 1967, el Excmo. Ayuntamiento, atendiendo a la histórica significación de esta bendita imagen, le concedía los honores de Alcaldesa mayor de la ciudad, imponiéndole el bastón de mando y el fajín como atributos de mando el 29 de septiembre de 1967. El bastón que permanentemente porta la Patrona, es el personal que donó el alcalde Ramón Calatayud Sierra.
Talla gótica de Nuestra Señora de la Capilla, co-Patrona de Jaén
El origen de la devoción de Jaén a la Virgen de la Capilla responde a una documentada tradición, cuya síntesis es la siguiente:
Desde la conquista de Jaén a los musulmanes en 1246, la ciudad tuvo un marcado carácter fronterizo, lo que motivó continuos ataques y asaltos.
Durante los primeros años del siglo XV, estos asaltos cobraron especial virulencia, lo que motivó que las autoridades rectoras de la ciudad determinaran abandonarla al sentirse inermes ante el poderío de los moros granadinos.
En esta desesperada situación, en la noche-madrugada del sábado 10 al domingo 11 de junio de 1430, se cuenta que ocurrió un hecho extraño y sobrenatural.
Cuatro personas humildes y sencillas, desde cuatro lugares diferentes del llamado “Arrabal de San Ildefonso”, fueron testigos de un extraño cortejo procesional.
Una Señora, vestida con resplandecientes ropajes y con un niño “bien criadillo en los brazos” [sic] llevando a la derecha a un clérigo y a la izquierda una mujer con aspecto de beata, presidía una procesión en la que figuraban las cruces parroquiales de la ciudad y una numerosa milicia de hombres de guerra.
La procesión, de la que emanaba una extraña luminosidad, recorrió algunas calles del arrabal, deteniéndose luego a espaldas de la Capilla de San Ildefonso, donde había aparejado un altar en que se ofreció una ceremonia litúrgica entre cantos sobrenaturales. Todo aquello, dicen, se esfumó cuando en los campanarios de la ciudad se escuchó el toque de Maitines.
Los testigos de aquel raro suceso fueron cuatro:
• María Sánchez , mujer de Pedro Hernández, pastor, que vio casualmente la procesión entre las rendijas de la puerta de su casa, en la calle Maestra del Arrabal (hoy calle Muñoz Garnica ), cuando se levantó para dar agua a un niño, hijo suyo, enfermo.
• Juana Hernández , mujer de Aparicio Martínez, que también lo vio casualmente, tras la puerta de su casa, sita junto a las Cantarerías, frente al cementerio parroquial. Esta mujer salía al corral de la casa a aquella hora, pues se encontraba enferma con colitis.
• Juan , hijo de Usanda Gómez, vecino del barrio de San Bartolomé, que casualmente se encontraba aquella noche durmiendo en el molino de Alonso García, a espaldas de la Capilla de San Ildefonso. Le despertó el ladrido de unos perros y entreabriendo la puerta para curiosear, vio la procesión.
• Pedro , hijo de Juan Sánchez, que despertado por el despavorido testigo anterior, vio el cortejo y su final litúrgico, subiéndose en una pared del corral de la casa.
Al divulgarse el suceso en la ciudad, debido a los sobrecogidos comentarios posteriores de estos testigos, la autoridad eclesiástica intervino. Y el vicario general y provisor del obispado, don Juan Rodríguez de Villalpando , reunió a los testigos el martes 13 de junio de 1430, y ante escribanos públicos les tomó declaración. Este documento, estrito en pergamino y en buen estado de conservación, se exhibe hoy en la capilla de la Virgen, estando ratificada su legitimidad documental desde 1944, por certificación expedida por el Archivo Histórico Nacional .
La piedad popular interpretó aquella visión como un prodigioso Descenso de la Virgen María a Jaén.
Según el pueblo fiel, la Señora debió de ser la Virgen María, con el Divino Niño en sus brazos, acompañada de San Ildefonso y Santa Catalina y de ángeles y santos. Y la razón del Descenso no era otra, que la de infundir confianza y fortaleza a los vecinos de Jaén para que resistieran los ataques de los musulmanes del cercano Reino de Granada.
Ciertamente, desde 1430 a 1492, los giennenses resistieron con fuerza los sucesivos ataques, que incluso repelieron con éxito.
Agradecidos a esta ayuda y patrocinio celestial, en el lugar donde había finalizado aquella misteriosa procesión, se colocó una talla de la Virgen, posiblemente extraída de un retablo anterior.
Las gentes comenzaron a visitar a esta imagen que, por pertenecer a la Capilla de San Ildefonso, llamaron “de la Capilla”.
La devoción aumentó. Aquella primitiva Capilla de San Ildefonso sufrió sucesivas ampliaciones que la convirtieron en un templo suntuoso.
La imagen de la Virgen de la Capilla empieza a asociarse, desde el siglo XVI, a cultos públicos solemnes, rogativas, etc. Y el pueblo, de una forma espontánea, pone la ciudad bajo su Patronazgo.
El 11 de junio de 1930, el cardenal primado don Pedro Segura procedió a la solemne Coronación Canónica de la Virgen (este acto simboliza la especial devoción de un pueblo hacia una imagen)
Años después, en 1950, S.S. Pío XII , atendiendo las peticiones del pueblo de Jaén, proclamaba a la Virgen de la Capilla Patrona Principal de Jaén. Y en 1967, el Excmo. Ayuntamiento, atendiendo a la histórica significación de esta bendita imagen, le concedía los honores de Alcaldesa mayor de la ciudad, imponiéndole el bastón de mando y el fajín como atributos de mando el 29 de septiembre de 1967. El bastón que permanentemente porta la Patrona, es el personal que donó el alcalde Ramón Calatayud Sierra.